LAGARTIJA SIN COLA
LA NOVELA PÓSTUMA DE JOSÉ DONOSO

Alejandro Lorenzo
El escritor chileno José Donoso murió en Santiago de Chile en diciembre de 1996, fue una figura clave de lo que se llamó el boom de la literatura latinoamericana, que agrupó en la década de los 60 y 70 a intelectuales de la talla del peruano Mario Vargas Llosa, el colombiano Gabriel García Márquez, el paraguayo Roa Basto, y el argentino Julio Cortazar, para citar algunos de una extensa lista que ya pertenecen a los clásicos de la literatura universal
Lagartija sin cola (Alfaguara) es una novela que José Donoso empezó a escribir en 1973 y nunca llegó a concluir. El manuscrito original fue rescatado por su hija Pilar Donoso entre los trabajos literarios que el autor vendió a la Biblioteca de la Universidad de Princeton., Estados Unidos y que encomendó su revisión y edición al prestigioso crítico y escritor peruano Julio Ortega.
En la nota introductoria Ortega aclara: “Sólo logró revisar el primer capitulo, que sitúo después como tercero. Eliminó varias páginas del comienzo, tachó unos párrafos luego, anotó algunas indicaciones, enmendó pocas frases y corrigió una que otra palabra. Buena parte del libro quedó sin corregir, en su estado de primera redacción”.
Es casi habitual en estos tiempos, que algunos herederos legítimos de las obras de muchos famosos creadores ya fallecidos, sean escritores, músicos o pintores, coloquen en el mercado los trabajos que en vida y en plena ascensión de sus carreras, estos, por las razones que hubieran sido, nunca decidieron compartir con el público.
Entre los más recientes publicaciones de esta literatura que sus detractores nombran “literatura del desempolvo”, figuran: El Tercer Reich Anagrama (2010), del cotizado escritor chileno Roberto Bolaños, Papeles Inesperados, Alfaguara (2009) del argentino Julio Cortazar, La ninfa inconstante Gutemberg-Círculo de Lectores (2008) del cubano Guillermo Cabrera Infante, y El Original de Laura controversial escrito, que el novelista ruso Vladimir Navokov antes de fallecer en el 1977 ordenó que fuera destruida y que su hijo luego de una batalla legal decidió su publicación.
Muchos críticos y estudiosos se cuestionan si es ético que sin el consentimiento
del autor, se editen y publiquen obras provenientes de sus textos inconclusos. Pero lo altamente lucrativo que implica una publicación utilizando el nombre y la trayectoria de un famoso creador ya fallecido, se impone frente a tales interrogantes objeciones.
Al parecer, en el mundo regido por la oferta y la demanda donde también esta insertado el mercado editorial., pesa más los dividendos, que los valores intrínsicos de una obra. Además, una novela como la de Donoso que permaneció por mucho tiempo en los archivos de una biblioteca universitaria, y que fue descubierta casi sorpresivamente, siempre se encuentra revestida de un cierto halo de misterio y que como todo buen misterio, facilita las conjeturas, el debate y por consiguiente, las consabidas oportunidades de índole mercantil.
Un lector medianamente conocedor de la narrativa anterior de José Donoso, se cuestionará qué no llegó a fraguar el escritor en Lagartija sin cola. Qué pudo haber sido esta novela si hubiera sido declarada terminada por el autor en vida y publicada en su tiempo real, y por qué razones el autor no llegó a publicarla, al margen de las suposiciones volcadas por Julio Ortega en la introducción del libro y las declaraciones a la prensa de Pilar Donoso que afirma que su padre sencillamente olvido esa novela, para enfrascarse en otras.
En La Lagartija sin cola tenemos una historia de 225 páginas que conserva la elegancia y el entretejido poético que caracteriza la prosa de este autor.
El tema rueda sobre dos vertientes: Un pintor, ya viejo, cansado, renuncia al arte y al movimiento estilístico al que pertenece, porque considera que el arte lo han convertido en un profano producto comercial, y las reflexiones del mismo personaje, sobre la destrucción de la arquitectura y el ecosistema en España por parte de la industria turística y los abanderados de la modernidad.
Si Lagartija sin cola fue escrita en la década del 70 Donoso vislumbró con nitidez lo que acontecería posteriormente con el arte, su propio arte, y con esas regiones pretéritas, patrimoniales, que en la actualidad han sido transfiguradas violentamente por la explosión inmobiliaria y la expansión desmedida de la industria del turismo.
También es un largo relato de una fuga, de un reencuentro con el pasado. Un testimonio de la relación afectiva, intelectual, que sostiene el personaje con su amante, amiga, compañera de viaje, benefactora, y cómplice de sueños y frustraciones.
El lector que por primera ocasión se enfrente con José Donoso y empiece su lectura con Lagartija sin cola, puede que le guste o no, pero no padecerá de ningún conflicto de comparaciones. Sin embargo, si ese mismo lector es uno de los que no se conforma con la lectura de un solo texto de un autor, y por afán de cultivarse busca en una biblioteca o librería las novelas El obsceno pájaro de la noche (1970), Casa de campo (1978), El jardín de al lado (1981) descubrirá la extraordinaria magnitud de la narrativa de este escritor.
Lagartija sin cola, es una puerta que se abre para conducirnos a un José Donoso reflexivo, polémico, que aspiró, como el personaje de esta novela póstuma, a un arte cuyo valor estuviera libre de precios y manipulaciones. Quizás por esta única razón fue un acierto haber decidido su publicación.

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