Encuentro con Leopoldo Maria Panero






LEOPOLDO MARÍA PANERO POETA DE LA PERPETUA REBELDIA.


Dedicado al maestro y amigo Rogelio Fabio Hurtado.

Por Alejandro Lorenzo






Allí estaba el mítico Leopoldo María Panero en el Parque del Retiro donde se celebró la Feria del Libro de Madrid 2011. Había llegado de Gran Canarias donde reside voluntariamente en un hospital psiquiátrico.
Firmaba sus libros, mientras fumaba y se levantaba para ir a un sauce a orinar. La gente que lo conocía lo fotografiaba como un personaje exótico y posiblemente en extinción. Hasta algunos padres le decían a sus hijos: “Mira ese es un gran poeta de España″, y Panero como si no estuviera consiente de su importancia en la literatura contemporánea de habla castellana, entraba y salía del stand de la casa editorial Huerga Fierro, susurrando maldiciones a sus editores. ¨Me tienen secuestrado firmando libros, quiero irme al hotel a tomar en paz mi Coca cola¨.

Este poeta, narrador y ensayista nació en Madrid en 1948 Hijo del poeta ilustre Leopoldo Panero y hermano de Juan Luis Panero, también poeta. Una familia insigne de la cual mucho se ha escrito y en dos ocasiones al cine se llevó su historia.

A los dieciséis años, en los tiempos de Franco, el rebelde, anarquista Panero, hizo oposición radical, y le valió su primera estancia en la cárcel. Luego su vida se vio perturbada por las drogas fuertes, el alcohol, la depresión y dos intentos de suicidio. Empezó así el clásico encuadre de escritor maldito.

Pero dialogar con el considerado el Antonin Artoud de España, requiere mucha paciencia y un alto poder de desentrañar ese discurso de culta incoherencia que es la acostumbrada forma en que Panero puede o quiere desde hace mucho tiempo comunicase con el mundo.
“Vienes de la tierra de los tornados″, dice,“ me gusta América, menos la forman en que mueren los poetas.″
Parte de su vida ha sido una batalla encarnizada contra las instituciones psiquiátricas, que paradójicamente en esas salas de enfermos mentales es donde ha producido la mayor parte y lo más emblemático de su obra.
«Los ángeles cabalgan a los lomos de una tortuga/y el destino de los hombres es arrojar piedras a la rosa. / Mañana morirá otro loco: de la sangre de sus ojos nadie sino la tumba sabrá mañana nada.» Del libro: Poemas del manicomio de Mondragón. (1987)



Algunos psiquiatras que lo han tratado durante muchos años sugieren que su locura pudo ser un personaje que en determinado momento de su vida el mismo montó para gozar de la absoluta libertad de decir
y hacer lo que le venga en gana, y que dicho invento, junto a decenas de años de severas reclusiones,
al final lo tragó.
En Panero lo extraliterario no se deshace de lo literario, lo que declara en vivo, puede que haya aparecido o aparezca después en cualquiera de sus textos. Su discurso aparentemente disparatado se inserta con frases de redondeada sabiduría. De esa forma se convierte en un espectáculo que lo mantiene vigente y al mismo tiempo lo hace una especie de portador de una vanguardia cultural del pasado, que Panero consciente o inconscientemente reactualiza. Bajo este enfoque, se le identifica como un continuador del Simbolismo del cual venera a sus precursores en buena parte de sus textos: Mallarme, André Gide y Paul Valery.

Lo ilógico en la estructuración de algunos de sus textos lo ubicaría dentro de los rebeldes del canon literario y social de principio del siglo XX: los dadaístas.
Panero se distingue por la reiterada inclinación hacia lo incierto, en un obsesivo sondear acerca de la muerte, un empeño por indagar la razón de la existencia, y la constante negación, ruptura y destrucción de la mayor parte de las convicciones establecidas en el arte, la ética y la filosofía que rigen a la sociedad. «Quien fui, lo sabe la roca. / Que no seré nadie al fin, la roca lo dice/ y el valle lo difunde.»
Por último, Panero pudo formar parte si hubiera vivido en Estados Unidos a los poetas de la Generación Beat. Su actitud, la manera transgresora como enfrenta al mundo, se conectan con escritores de la talla de Kerouac, William Burroghs y Allan Gisberg, para citar las principales figuras de este movimiento cultural norteamericano.



“Me gusta América″, vuelve a repetir mientras termina de fumarse el último cigarrillo de su sexta cajetilla. “Me gusta El Llanero Solitario y el Halcón del pobre Dashiell Hammett ¿viste como termino?″
Probablemente se refería al encarcelamiento durante seis meses en 1951 de Dashiell Hammmett , el padre de la novela negra, por rehusar a proporcionar información ante los tribunales en la oscura época del senador McCarty.
Luego con su habitual voz inaudible y su mordaz sonrisa, menciona el título del libro de Leonardo Padura El Hombre que amaba a los perros.
“Lo atrayente en la muerte de León Trotsky es cuando le mira a los ojos a Ramon Mercader del Rios segundos antes de que le propinara el picotazo. No era su preocupación el por qué, ni las razones, sino el no saber quién era verdaderamente ese hombre que lo mataba…

Teoría, Prueba de vida, Poemas de la locura y El hombre elefante publicados o reeditados por la editorial Huerga y Fierro. ¿Quién soy yo? Editorial Pre Textos, Cuentos completos por Páginas de Espuma y Poesía Completa 1970-2000 de la prestigiosa casa Visor donde se incluye el prólogo del estudioso con más prestigio internacional sobre la obra de Panero, el académico Tua Blesa, se vendían en casi la mayoría de los stands de la última edición de la Feria del Libro de Madrid, en una época donde la poesía es el género literario más desfavorecido del mercado.

¿Cuáles son entonces las razones de ese rotundo triunfo literario?
Entre tantas explicaciones posibles, es que los lectores de poesía se identifican con un escritor que pretendió luchar de forma obstinada contra lo establecido y finalmente fue derrotado, y lo único que le queda de valor es su obra. Es una reacción de solidaridad ante el sufrimiento humano, en medio de un mundo en crisis, donde cualquier mortal puede llegar a ser o terminar como Panero. Despertar con la certeza que ya no tendrá trabajo que le proporcione mantener a su familia, y su casa no sea ya su casa, y su futuro, se vuelva incierto, confuso, hasta terminar en los abismos de la demencia.

Un poeta que sirve de guía por laberintos de zonas que han existido siempre en la humanidad, pero las cuales nadie quisiera pernotar y algunos ni siquiera aceptan su existencia.

Los temas desde sus primero poemas como Así se fundó Carnaby Street (1970), Teoría (1973), Narciso en el acorde último de las flautas (1979), para citar algunos, son autobiográficos, blasfemos, con un propósito consiente de hacer estremecer, una exaltación permanente acerca del declive humano y del mundo, un índice en el lado oscuro de la vida, la sordidez como parte de una constante inevitable, que con ciertos giros en la construcción poética adquieren un lirismo excepcional.

Los versos de Panero son rezos que tratan estas calamidades y que al leerlos originan una reacción de complicidad entre autor y lector. Existe una línea sumergida que por intuición identificamos, aunque esta línea se encuentre plagada de palabras cripticas, estructuras sintácticas que se diluyen, que se conectan entre sí para luego volver a desaparecer y que requieran múltiples interpretaciones.
Se descubre un deleite por el caos de adentro, que irrumpe y logra un estado emocional que provoca cierta desazón y al mismo tiempo enorme misterio. La lectura de su poesía es un desafío. Es un poeta imposible de borrar, aunque socialmente se auto convirtió o los medios lo convirtieron en un autorizado personaje incómodo y controversial.
Leopoldo María Panero ha inscrito que la oscuridad se volviera llama, la fealdad y la vulgaridad de ciertas palabras, se combinaran con otras de exacta limpieza, y de ese modo el texto cobrara dimensión. Esas son algunos de los motivos de su contribución a las letras, y por eso es la extraña veneración que profesan por él la mayoría de sus lectores.






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