Todo cae y se acrecienta.
Todo cae y se
acrecienta.
Caen los ángeles sin
importarle que su caída
encarne la
inclemencia de nuestras apreciadas ilusiones.
Caen sobre los
bosques de donde surgió el resplandor
que ahora llevan los
ciervos.
Caen y no volverán a
ser contemplados
porque la esencia de
cualquier quimera
perdura en todo
aquello que se disipa.
Caen con el propósito
de que los hombres
no aspiren sentarse a
la sombra de sus alas.
Caen porque así
cayeron
los leones de
alabastro que ostentan los reinos
para demostrar su
poder.
Lo que cae, sin dilación,
asciende con otro nombre
en un ciclo que preserva
y devora.
Con la ascensión se
restablece el orden de lo que fue insólito.
Se renueva el garabato en cual se ha escrito la historia del mundo.
Cobra esplendor la calcinada tierra,
Pasta el ganado en
los brazos de ciertos dioses.
Al parecer los hombres no pueden estar
por mucho tiempo vacíos de ensueños,
porque si así fuera sucumbirían por falta de no crearlos.
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