UN SUEÑO PERDURABLE
Basta con cuatro arcones y un techo de azogue
para pernotar hasta que llegue la partida.
La casa de cristal donde moraban los fatuos soberanos, será nuestra.
Desde los ventanales veremos al roble
y el deslizarse por el ramaje a las ardillas que nunca mueren.
Descubriremos la manera
en que se tumban los ancianos en las bancas,
despreocupados por los signos visibles del ocaso,
donde escuchan sosegados,
los graznidos de ciertos cuervos que nunca se sabe de donde surgieron.
Cuervos que no devoran los ojos de los insepultos,
que no se posan en los hombros de las muchachas que se ahorcaron
porque los patriarcas nunca le trajeron los prometidos atuendos.
Iremos al pozo que embalsa todas las lagrimas del hombre
y nos las beberemos para nunca volver a llorar.
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