LA SOGA QUE CIÑE AL CORDERO
UN PUNTO EN LA OTRA ORILLA A Rene Ariza IM y a la emérita pintora Clara Morera. La tarea del recluso consistía en limpiar cada tarde las terrazas exteriores de la histórica fortaleza y prisión de La Cabaña. Precisamente desde aquella explanada, mientras realizaba la faena, divisaba por unas horas a su mujer, que dos o tres veces al mes se paraba al otro lado de la bahía en un punto del malecón y de su bolso uno a uno extraía pañuelos, con los cuales creaba un lenguaje cifrado, una especie de clave Morse, que el prisionero interpretaba y pretendía reconstruir un panorama de lo que ocurría fuera de su encierro. Un pañuelo blanco y luego otro azul, significaba que ella lo esperaría hasta que cumpliera la condena. Un pañuelo verde, que le era fiel y que sus ojos eran sus ojos, y en su frente guardaba para él, los más nobles pensamientos. Un pañuelo amarillo abarcaba el concepto del tiempo: Los niños crecen, los días vuelan, pronto serán jóvenes, terminaran una carre...